Este mediodía el Papa Francisco ha pronunciado su tradicional mensaje navideño y ha impartido la Bendición “Urbi et Orbi”, un momento que sólo ocurre en dos fechas del año: el Domingo de Pascua y el Día de Navidad. Aunque este año, en marzo, impartía de manera extraordinaria esta bendición, a consecuencia de la pandemia. Lo ha hecho desde el Aula de las Bendiciones y no desde el balcón central de la Basílica Vaticana como tradicionalmente ocurre, debido al confinamiento que vive Italia estos días.
“Ha nacido un niño”, ha nacido “para nosotros”, pues es el “hijo” que Dios ha dado a toda la familia, explicaba el Papa en su mensaje. Se ha dirigido especialmente a aquellas que no pueden reunirse hoy, así como a las que se ven obligadas a quedarse en casa: “Que la Navidad sea para todos una oportunidad para redescubrir la familia como cuna de vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de solidaridad fraterna y de alegría compartida, fuente de paz para toda la humanidad”.
El Papa ha recordado que, en estos momentos, más que nunca, necesitamos sentirnos hermanos: “Una fraternidad basada en el amor real, capaz de encontrar al otro que es diferente a mí, de compadecerse de su sufrimiento, de acercarse y de cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi etnia, de mi religión; es diferente a mí pero es mi hermano, es mi hermana”.
Son varios los deseos del Santo Padre en esta Navidad, el primero: vacunas de protección para todos, ante el Coronavirus; también fraternidad y paz para Oriente Medio; el cese al fuego para Cáucaso, que favorezca el diálogo “como única vía que conduce a la paz y a la reconciliación”; y que terminen los conflictos armados en África, “que el Divino Niño alivie el sufrimiento de las poblaciones de Burkina Faso, de Malí y de Níger”, ha pedido el Papa Francisco.