El dogma de la Inmaculada Concepción es una creencia de fe del catolicismo que nos dice que María, madre de Jesús, a diferencia del resto de los seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original. Dios la preservó libre de todo pecado. En el acta del patronazgo de la Virgen del Rocío sobre la villa de Almonte, en 1653, los almonteños mostraron su compromiso de defender esta doctrina.
La Iglesia recoge este dogma en la Bula Ineffabilis Deus, proclamada por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854. España destaca por ser un país mariano, más de tres siglos antes de que la Iglesia proclamara el dogma, el 1 de noviembre de 1466, en el pueblo de Villalpando (Zamora), se hizo por primera vez en nuestro país el voto a la Inmaculada Concepción.
Existe una vinculación muy estrecha entre la devoción a la Virgen del Rocío y el dogma de la Inmaculada Concepción. Tanto es así, que la principal insignia que representa a Nuestra Madre y con la que las hermandades peregrinan al Rocío recibe el nombre de Simpecado, en alusión a este dogma: Concebida sin pecado original.
También encontramos detalles que reflejan este hecho, como el azulejo que en 1696 se coloca en la llamada puerta del sol de la ermita del Rocío (la representación pictórica más antigua de la Virgen), donde aparece la siguiente leyenda: “Ntra. Sra. del Rocío. Concebida sin mancha de pecado”.